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Es que así no hay quién haga un simple viaje a la playa sin llegar ocn la polla empalmada y una ganas tremendas de bajarte en el coche para meterla en caliente. Hace tiempo que dejé de ser yo el que conduciera cuando voy de viaje con mi novia; siempre intento que lo haga ella, o que venga alguien más con nosotros que lo haga. Porque resulta que la muy zorra, a la más mínima de cambio, se lía a masturbarse como si nada, diciendo que los viajes la aburren; y claro, yo no quiero perderme el espectáculo, y mucho menos que tengamos público y alguien más vea cómo usa el asiento de atrás para aliviarse… Lo único que consigo es, como he dicho, llegar a nuestro destino cachondo perdido, y más de una vez nos hemos quedado en el coche un rato más, porque el dolor de huevos no me dejaba moverme si no me la tiraba antes.